ETAPA PROPEDÉUTICA

La primera etapa de la formación sacerdotal o etapa propedéutica. 

Aspirantes

I año

De todo el país

¿Qué trata la etapa propedéutica?

La nueva Ratio Fundamentalis afrima: «La etapa propedéutica es indispensable y tiene su propia especificidad» (RFIS, 59). Es frecuente que, en la práctica, tanto a los Obispos como a los formadores, nos cueste aceptar la necesidad de establecer la etapa propedéutica y haya cierta dificultad para comprender su especificidad y su dinamismo.

Necesidad. Algunas veces se ha intentado justificar la etapa propedéutica desde un punto de vista negativo, es decir, para suplir las deficiencias o «lagunas» que se observan en las nuevas generaciones. Al inicio se ponía más atención a las carencias en la formación intelectual: ortografía, redacción, latín, pensamiento abstracto, etc. También se ha puesto atención a carencias en la formación humana: familias disfuncionales, poca formación afectiva y moral, etc. Más recientemente se subrayan las carencias en la educación cristiana: fe inmadura y poco formada, raíz cristiana poco profunda en la historia personal, fe teórica que no se traduce en actitudes de caridad, etc.

También se ponen de relieve deficiencias en la dimensión pastoral: visión pobre de la Iglesia, dependencia de un movimiento eclesial, poca experiencia apostólica, desconocimiento de la realidad eclesial y sacerdotal, etc. Sin embargo, la perspectiva de la Ratio es positiva. Se pretende ofrecer «una preparación de carácter introductorio, con el objetivo de discernir la conveniencia de continuar la formación sacerdotal o emprender un camino de vida diverso» (RFIS, 59). Se parte de la convicción de que, más allá de las deficiencias que sea conveniente atender, se requiere una introducción a la formación sacerdotal y es muy conveniente hacer un primer discernimiento de la vocación sacerdotal. Esta introducción es propositiva y válida para todos los candidatos: los que proceden del Seminario Menor, los que sintieron el llamado de Dios a raíz de su participación en las parroquias y movimientos juveniles y también los que optan por el sacerdocio en una edad más avanzada y habiendo ejercido una profesión.

Introducir significa sentar las bases para un trabajo ulterior. Se habla en concreto de introducción al silencio, al uso de la Sagrada Escritura, a un método de oración, a la vida comunitaria y sacramental, al conocimiento de sí mismo, a la realidad de la Iglesia particular y del sacerdocio, a los estudios eclesiásticos, a la 3 doctrina de la Iglesia y al catecismo... la lista se amplía en cuanto se intenta proponer un camino formativo válido para todos los candidatos, haciendo ver que son muchos los contenidos a tratar. El centro de la etapa propedéutica es así esta introducción positiva y propositiva, en la que no se da nada por supuesto, con el fin de establecer una base sólida para todo el proceso formativo.

Evidentemente los contenidos y las asignaturas que corresponden a la etapa propedéutica no son contemplados en los programas de las facultades de filosofía. Aquí surge el reto y la ocasión para que los formadores asuman con seriedad su función educativa, estructurando el curso propedéutico e incluso las clases en la misma estructura de la comunidad educativa del Seminario. El equipo formador deberá diseñar un proyecto o itinerario formativo para esta etapa, por medio del cual se garantice la función introductoria de la misma, relacionándolo dinámicamente con el plan de estudios correspondiente.

Este modelo pedagógico valdrá después para las demás etapas del Seminario y de modo diverso para la formación permanente. Hay que convencerse de que no basta con enviar a los seminaristas a una facultad, es fundamental que la comunidad diocesana asuma su responsabilidad formativa y que el equipo formador establezca procesos que ayuden a la maduración integral de los seminaristas. Una buena recomendación es iniciar una renovación gradual de todo el Seminario partiendo de la etapa propedéutica.

Especificidad. La etapa propedéutica se distingue con claridad de la pastoral vocacional y de la etapa filosófica. La especificidad de la etapa propedéutica se ve a veces amenazada cuando permitimos que otros intereses y preocupaciones pesen más que el anhelo de ofrecer la mejor formación posible a los seminaristas.

Es frecuente que la etapa propedéutica se confunda con un momento del proceso vocacional previo al ingreso al Seminario Mayor marcado por un discernimiento especialmente cuidado. Así, nos encontramos con que se le llama «etapa propedéutica» a una convivencia vocacional de una semana, o de un mes. En este caso pesa más la preocupación por el número de vocaciones que su formación. Juzgamos que pueden pasar directamente a la filosofía porque no profundizamos en la necesidad que tienen de introducirse a la vida del Seminario y, sobre todo, de discernir su vocación.

Por este motivo, el texto de la Ratio afirma: «A la luz de la experiencia acumulada de los últimos decenios, se reconoce la necesidad de dedicar enteramente un período de tiempo, ordinariamente no inferior a un año y no superior a dos» (RFIS, 59). Se trata así de un curso completo, enteramente dedicado a establecer las bases de todo el proceso formativo.

También es frecuente que la etapa propedéutica se confunda con un primer año de filosofía, entendiéndola no como una introducción a la formación sacerdotal, sino como una introducción a la filosofía. En algunos seminarios se ha creado esta confusión a partir del interés por conseguir una titulación civil para los seminaristas. En otros se quiere «aprovechar el tiempo» adelantando contenidos de carácter filosófico. En general ocurre una mayor valoración de los estudios que del proceso formativo. La Ratio afirma con claridad: «Los estudios de la etapa propedéutica son netamente diversos de la filosofía» (RFIS, 59), dejando totalmente clara la distinción.

Para aclarar este punto puede ayudar asomarse brevemente a la materia de estudio propia de la etapa propedéutica:

  • Iniciación a la lectura de la Sagrada Escritura, que permita un primer conocimiento de la Biblia en todas sus partes.
  • Introducción al misterio de Cristo y de la Iglesia, a la teología del sacerdocio y a la liturgia, mediante el estudio del Catecismo de la Iglesia Católica y de los libros litúrgicos.
  • Introducción a los documentos del Concilio Vaticano II y al Magisterio de la Iglesia, sobre todo el Magisterio Pontificio.
  • Elementos de espiritualidad presbiteral, con especial atención a las principales "escuelas" espirituales y a los santos que han ofrecido el testimonio de una vida sacerdotal ejemplar.
  • Elementos de historia de la Iglesia universal y de la Iglesia local, especialmente desde el punto de vista misionero.
  • Hagiografía de los santos y beatos propios de la diócesis o de la región.
  • Elementos de cultura humanística, mediante el conocimiento de obras de autores nacionales y de las religiones no cristianas del país y de la región.
  • Elementos de psicología, que puedan ayudar a los seminaristas en el conocimiento de sí mismos (RFIS, 157).

Mirando este conjunto de contenidos se capta la clara distinción entre los estudios propedéuticos y la filosofía y, al mismo tiempo, la especificidad y la utilidad de los contenidos propios de la etapa propedéutica que deben ser profundizados a través del proyecto formativo. En la diócesis se deberá configurar el itinerario formativo que garantice los fines de la etapa.

Dinamismo. La etapa propedéutica se distingue del resto de la formación por un dinamismo que la caracteriza y recomienda que «se viva en una comunidad distinta de la del Seminario Mayor y, donde sea posible, tenga una sede propia. Así pues, se establezca una etapa propedéutica, provista de formadores propios, que procuren una buena formación humana y cristiana, y realicen una seria selección de los candidatos al Seminario Mayor» (RFIS, 60).

¿Cuáles son las características de este dinamismo propio? Se deben formular en el contexto de cada diócesis, pero al menos hay que incluir las siguientes:

  • Se propone una sede diversa porque el curso propedéutico supone un ambiente de silencio, donde los seminaristas tienen experiencias que para ellos son novedosas y a la vez básicas: aprenden a dormir a sus horas, a comer lo que hay, a hacer deporte, a respetar las horas de estudio, a reflexionar y tomar mejores decisiones, a aceptar a los hermanos, a trabajar, a limpiar la casa y lavar su ropa, a orar y a aproximarse a la Palabra de Dios, a cuidar la vida sacramental, a poner atención a las situaciones de los demás y a solidarizarse con ellos... etc.
  • La etapa propedéutica se define como «un verdadero y propio tiempo de discernimiento vocacional, realizado en el contexto de una vida comunitaria» (RFIS, 60). La comunidad tiene una gran importancia porque representa para los seminaristas una expresión concreta de la comunión en la Iglesia, de la fraternidad presbiteral que vivirán en el futuro y se convierte en ámbito privilegiado para el discernimiento vocacional.
  • La etapa propedéutica constituye un ámbito de maduración en la fe, por eso es frecuente que adopte la forma de un catecumenado, en el que la catequesis sobre la Sagrada Escritura, la persona de Jesús y la vida de la Iglesia tiene un lugar central. Esto es coherente con el estudio de materias como la Historia de la Salvación y el Catecismo de la Iglesia Católica. La comunidad de todo el Seminario deberá conservar estas características, pero es importante que al inicio se afirmen con mayor claridad.
  • La etapa propedéutica exige y estimula el autoconocimiento. El seminarista constata su condición física y psíquica, reconoce sus habilidades de pensamiento, identifica sus principales virtudes y defectos, reconoce sus principales sentimientos y calibra la calidad de sus relaciones humanas. Además, se abre a la ayuda de los especialistas, sobre todo en el área de la medicina y de la psicología. Concluye el curso con un «mapa» de la propia personalidad que le guiará en su formación durante las etapas sucesivas.
  • El seminarista de la etapa propedéutica experimenta la separación de su familia y de su ambiente social de origen. Con ello inicia un proceso de análisis y relectura de los vínculos familiares y sociales que está a la base del desarrollo personal y continuará a lo largo de la vida.
  • La etapa propedéutica propicia un conocimiento experiencial y directo del sacerdocio, a través del testimonio de los formadores y de la proximidad con diversos sacerdotes de la diócesis. De modo que el seminarista puede identificar mejor el objeto de su elección vocacional.

Es conveniente que tanto en la organización de Seminarios del país como en la Conferencia episcopal haya un diálogo abundante sobre la etapa propedéutica y el modo de implementarla en el País, llegando a acuerdos sobre su duración, sus objetivos y las características de su puesta en práctica. Conseguir una formación con criterios comunes para todo el País a este nivel de la primera iniciación puede llegar a significar una gran fortaleza para toda la formación sacerdotal.

+ Excmo. Mons. Jorge Carlos Patrón Wong

Arzobispo-Obispo emérito de Papantla

Secretario para los Seminarios Congregación para el Clero 

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