ETAPA CONFIGURATIVA

Es la última etapa de la formación sacerdotal, mejor conocida como la etapa teológica.

Seminaristas de la etapa configurativa

Omar Porras

III año

De Palmira, Estado Táchira.

Carlos Palmar

III año

De Maracaibo, Estado Zulia.

Jesús Aranda

II año

De Socopó, Estado Barinas.

Evelio Gandica

I año

De la Grita, Estado Táchira.

Irbin Gómez

I año

De Naranjales, Estado Táchira.


¿Qué trata la etapa configurativa?

El contenido de esta etapa es exigente y fuertemente comprometedor. 

Se requiere una 4 responsabilidad constante en la vivencia de las virtudes cardinales, las virtudes teologales y los consejos evangélicos, siendo dócil a la acción de Dios mediante los dones del Espíritu Santo, desde una perspectiva netamente presbiteral y misionera, junto a una gradual relectura de la propia historia personal, en la que se descubra el crecimiento de un perfil coherente de caridad pastoral, que anima, forma y motiva la vida del presbítero (RFIS, 70). 

Desde la perspectiva del servicio a una Iglesia particular, los seminaristas deben formarse en la espiritualidad del sacerdote diocesano, marcada por la entrega desinteresada a la circunscripción eclesiástica a la que pertenecen o a aquella en la cual, de hecho, ejercerán el ministerio, como pastores y servidores de todos, en un contexto determinado (cf. 1Cor 9, 19) [...] Este amor imprescindible por la diócesis puede ser eficazmente enriquecido por otros carismas, suscitados por la acción del Espíritu Santo. 

De modo semejante, el don sacerdotal recibido con la Sagrada Ordenación implica la entrega a la Iglesia universal y, por tanto, se amplía a la misión salvífica dirigida a todos los hombres, hasta los últimos confines de la tierra (cf. Hech 1,8) (RFIS, 71). A lo largo de esta etapa, según la madurez de cada candidato y aprovechando las posibilidades formativas, serán conferidos, a los seminaristas los ministerios del lectorado y del acolitado, de modo que puedan ejercerlos por un tiempo conveniente, disponiéndose mejor para el futuro servicio de la Palabra y del altar. 

El lectorado propone al seminarista el "reto" de dejarse transformar por la Palabra de Dios, objeto de su oración y de su estudio. La recepción del acolitado implica una participación más profunda en el misterio de Cristo que se entrega y está presente en la Eucaristía, en la asamblea y en el hermano (RFIS, 72). 

La etapa de los estudios teológicos, o configuradora, se orienta hacia la recepción de las Sagradas Órdenes. Al final de la misma, o durante la etapa siguiente, si es considerado idóneo a juicio del Obispo, habiendo escuchado a los formadores, el seminarista solicitará y recibirá la ordenación diaconal, con la cual obtendrá la condición de clérigo, con los correspondientes deberes y derechos, y será incardinado «o en una Iglesia particular, o en una prelatura personal o en un instituto de vida consagrada o en una sociedad...», o en una Asociación o en un Ordinariato que tengan tal facultad (RFIS, 73). 

Junto con este proceso gradual, es necesario que se trabaje en cada una de las dimensiones formativas. En la dimensión humana, siendo más consciente de sus límites y fortalezas, continúa en su trabajo de integración entre lo que es y está llamado a llegar a ser, vive la lucha cristiana dentro de una sana tensión, creciendo en la capacidad de salir de sí mismo para darse a los demás, superando formas de narcisismo y egoísmo que solo lo llevan a buscar la gratificación de sus propias necesidades sin tener en cuenta las de los demás; de tal manera que negándose a sí mismo, pueda entregarse por los otros, por Dios, por la Iglesia, y por los más necesitados. 

En la dimensión espiritual, aprovechando todos los medios que la Iglesia y el Seminario le ofrecen, sigue creciendo en su camino de configuración con Cristo Siervo, Pastor, Sacerdote y Cabeza de la Iglesia. Crece en la espiritualidad diocesana valorando todos los carismas de la Iglesia y abriéndose más y más a la obra que el Padre, a través de su Espíritu, sigue haciendo en su corazón, el cual transforma en otro Cristo para la Iglesia y para el mundo. 5 En la dimensión intelectual aprovecha el estudio sistemático de la Sagrada Escritura y los contendidos teológicos en moral, liturgia, historia de la Iglesia, derecho canónico, dogma, etc., para prepararse a ofrecer un mejor servicio eclesial, es decir, que integra la teoría con la practica, de modo que lo aprendido en el ámbito teológico transforma su propia vida y lo dispone para acompañar a otros en el seguimiento de Cristo. 

En la dimensión pastoral, integrando las demás dimensiones, es decir, la capacidad de salir de su propio yo para hacerse servidor de los demás especialmente de los más pobres, haciéndose más dócil a la acción de la gracia para configurarse con Cristo Siervo y Pastor. Integrando la teoría adquirida en sus estudios teológicos, se hará más sensible a las necesidades de la Iglesia y de la humanidad para responder generosamente, sirviendo en los diferentes ámbitos de la pastoral diocesana y parroquial. Las actividades pastorales propias de esta etapa ayudan a que el seminarista comprenda y acepte con mayor profundidad la amplitud de la misión de la Iglesia y del ministerio sacerdotal. 

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